A Serrat, en su penúltimo concierto en Barcelona


FILOSOFIA DEL RECONOCIMIENTO

Ayer tuve el honor de asistir al penúltimo concierto de Joan Manuel Serrat. Para los que estábamos allí, la gran mayoría nacidos entre los 50 y los 60 del siglo pasado, toda una revolución de idealistas frustrados fue mucho más que un concierto. En cada canción retrocedíamos a momentos significativos de nuestras vidas en las que uno de los más emblemáticos juglares -en el sentido genuino del término- nos elevaba hasta casi tocar el cielo, porque todo parecía posible con lucha y convicción.

Serrat transitó con sus canciones desde la guerra civil, a la postguerra franquista y a una actualidad rabiosa, con temas compuestos hace cincuenta años. ¡Impresionante! Y a la vez, decepcionante, porque te apercibes que sustancialmente la imbecilidad humana no ha variado un ápice: ni el egoísmo, la vanidad, el afán de poder y el desprecio de los desheredados.

También hubo momentos nostálgicos, melancólicos cuando cantaba nuevamente esas…

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